viernes, 4 de noviembre de 2011

EMPATÍA RAZONABLE

      Empatía… es linda la palabra… empatía… es una palabra bien sonora…empatía… la puedo repetir cuantas veces quiera… empatía… empatía… y cuantas más veces la repito, más linda me parece… Pero ¿qué significa empatía?

 Esta es la habilidad de 'sentir con los demás', de experimentar las emociones de los otros como si fuesen propias. Es importante hacer una distinción entre la empatía y la simpatía. La empatía es un proceso que nos permite sentir los mismos estados emocionales que sienten los demás, los comprendamos o no.
Sin embargo, la simpatía es un proceso puramente emocional, que tiene con la empatía la misma relación que puede tener la copia de un cuadro, con la obra de un artista.
      Carajo, hasta su significado es lindo. Y no solo su significado, sino que es lindo pensar como sería el mundo si todos tuviéramos la capacidad de “empatizar con el prójimo”. Si así fuera, ¿haríamos las cosas que hacemos?, o mejor ¿haríamos las cosas como las hacemos? ¿Estaríamos tan convencidos de hacer las cosas bien, hasta el punto de no querer cambiar?
      Hoy en día vemos tantas y tantas imágenes relacionadas con la pobreza, ya sea del resto del mundo, como de la propia Argentina. Pobreza reflejada en pibes deambulando por las calles, ya sea vendiendo caramelos… en busca de algún incauto al que robar… o sencillamente oliendo pegamento….. Y… sí…. Somos capaces de escandalizarnos y empatizar con el problema el tiempo suficiente hasta que nos cambian la noticia y nos hablan… del tiempo… de política y de políticos…o como no “de futbol”, que esto sí es un asunto nacional que debe reclamar nuestra atención. Debe ser gratis para todos, y claro pagado por todos, incluso por el que jamás verá futbol por televisión, porque solo le gusta la doma de caballos.
      ¿Es posible que haya alguna manera de enseñarle a un político que se olvide de los votos y tenga la suficiente capacidad de empatizar con los verdaderos problemas de su pueblo? Y no hablo ya de los problemas inmediatos, sino de empatizar lo suficiente con los demás para darse cuenta que las decisiones que ellos toman ahora, influyen y tienen repercusión directa en las generaciones futuras. Pensemos una cosa: si yo doy dinero a una familia para que todos los meses puedan alimentarse, estoy haciendo un acto de caridad y sin ninguna duda un bien. Siempre que ese dinero sea mío y no lo haga a perpetuidad, sino como medida necesaria hasta que uno de sus miembros pueda tener un trabajo que le permita hacer frente al mantenimiento familiar… y lograr su propio desarrollo personal. Pero si lo que hago es pedir un préstamo para poder ayudar a esa familia (que no nos engañemos es lo que está haciendo el estado) entonces les quito el hambre ahora, pero arrojo a sus hijos aun abismo del que jamás podrán salir.
      Y lo más sangrante de todo esto, es que esta situación ya la hemos vivido en Argentina, y sin embargo nos parece bien y aplaudimos esas decisiones electoralistas y partidistas que tanto daño nos han hecho en el pasado.
      Ahora ha habido elecciones, y con las mismas, un ganador. Aunque a decir verdad no creo que después de unas elecciones existan ganadores ni perdedores. Ya que unas elecciones son, no ya una fiesta, sino la expresión suprema de nuestra libertad como ciudadanos. Y por lo tanto todos somos ganadores, aunque no compartamos las ideas de quienes han sido más votados.
      Lo único que sucede hoy en día y no solo acá, sino en todo el mundo, es que los políticos han dejado de ser servidores públicos, y hemos convertido a la política en una profesión. Y por consiguiente, en una sociedad en la que quien  manda es el dinero… una persona ha triunfado en su profesión, cuando gana más que los demás. Por lo tanto, los problemas de los demás son importantes para el avance social en la medida que afecten a mi desarrollo profesional.
      Lo que sí podemos exigir al nuevo gobierno salido de las urnas, es que gobierne para todos y cada uno de los Argentinos. No solo para los que le apoyan convencidos de su buen actuar, y para los que le adulan por propio interés. Empatizar con ellos es fácil. Sino también para los que se oponen a ellos y discuten su actuar. Ya que todos y cada uno, formamos parte de esta Argentina que no solo vive en libertad, sino que quiere seguir viviendo por siempre en ella.
      No podemos permitir que el Estado cierre los ojos a la pobreza, la delincuencia, el paro (olvidemos las estadísticas y miremos al vecino, las provincias mas vulnerables del país, Chaco, Corrientes, Misiones, Santiago del Estero, Formosa, Jujuy, Salta, Tucumán), la educación y la formación profesional y el mercado laboral (y no a cualquier precio). Una persona que se está formando, no es un parado, pero si luego no hay una salida profesional, sí que es un futuro desempleado (¿de que me sirve que ahora no esté en las estadísticas?).
      Para formar parte de las estadísticas de desempleo, por supuesto primero hay que estar desempleado, pero un requisito imprescindible, es “estar activamente buscando empleo”. ¿Contamos a la gran cantidad de Argentinos, ya desencantados, que ante la imposibilidad de encontrarlo, viven de la economía sumergida y la ayuda de un subsidio, y por supuesto ya ni buscan un trabajo legal? Estos, tampoco entran en las estadísticas. Según los datos oficiales, les estamos dando una gran cachetada en cuanto a porcentajes de desempleo, a los paises Europeos, hoy metidos en una gran crisis financiera. Y yo me pregunto, ¡Si eso es verdad! ¿ como es posible que también les estemos ganando por goleada en porcentajes de pobreza e inseguridad ciudadana?
      En algún punto de estos mis pensamientos, he hecho referencia a tener ante los problemas ajenos “ una empatía necesaria”. Y puede que alguno se pregunte “ si es posible tener un exceso de empatía”. Y no solo es posible, sino que es algo muy negativo y pernicioso. Imaginemos por ejemplo una enfermera ( y no tengo nada contra ellas, dios me libre de semejante pensamiento, simplemente es lo que me ha venido a mi cabeza), que atendiendo a un enfermo, llegue a empatizar tanto con su dolor, que podría llegar a matarle para así acabar con su sufrimiento. Por otro lado caso totalmente verídico.
      La “empatía necesaria” no hace distingo entre las personas, todo sufrimiento venga de donde venga es igualmente comprendido.
      El dolor y sufrimiento de una familia, que ha perdido a uno de sus seres queridos a manos de terroristas sin escrúpulos, debía ser igualmente comprendido que el dolor y sufrimiento de una familia que ha perdido a uno de sus seres queridos a manos del Estado. Y no estoy hablando de los argentinos muertos y desaparecidos durante los años de la dictadura mas cruel que ha vivido la Argentina. Aclaración que hago, ya que a muchos les gusta mezclar las cosas de manera que siempre favorezca a sus intereses particulares.
      De lo que estoy hablando es de los años anteriores al golpe de estado que llevo a este país al caos, y los años posteriores, ya con la democracia, que llevó a proclamar a los terroristas “defensores de la libertad” y a perdonarles todos sus crímenes. Creo que ninguno ha sido juzgado. Y eso que sus crímenes se cometieron durante una época en que en la Argentina se vivía en democracia. Crímenes cometidos por “valientes”, hoy proclamados “luchadores por la libertad”, y que sin embargo cuando el terror llegó al poder, desaparecieron como ratas de un barco que se hunde.
      Veo las imágenes en blanco y negro de cadáveres…. Hombres, mujeres, jóvenes, niños… cuyo único pecado fue vivir, querer vivir. Veo el dolor de sus familias, y lo único que se me ocurre decirles es que pueden proclamar bien alto, que sus seres queridos… sí murieron por nuestra libertad.
      La última “gran batalla” antes del golpe militar, “MONTE CHINGOLO”. Se glorifica ese momento, hablando de batallones, soldados revolucionarios, combates… y todas las palabras que queramos usar para magnificar dicho episodio. Y sin embargo cuando hablamos de nuestros VALIENTES SOLDADOS, que lucharon durante la guerra de Malvinas, los reconocidos y no reconocidos (GRAN VERGÜENZA NACIONAL) nos dirigimos a ellos como… pibes…. pobres conscriptos. ¿Cómo explicar a mentes tan obtusas, que de la misma manera que se pasa en un segundo de “jugar a la guerra”, a la “guerra real y cruel”, un simple conscripto, se convierte en el soldado leal dispuesto a dar la vida por su patria y por sus compatriotas?
      Y puedo hablar de ambos, porque en ambos estuve. Con 14 y con 21 años. Pude ver como el mismo día del ataque, el ERP, reclutaba a pibes salidos del instituto y los armaba, mientras los subía a distintos colectivos “ al grito de libertad”, llevándolos al matadero que luego sería Monte Chingolo. Sí… el ejército los esperaba… pero lo peor de todo… es que… los jefes terroristas también lo sabían . Contadme la película que queráis, yo se lo que mis ojos vieron.
      ¿Libertad? Estábamos en democracia. Buena o mala era nuestra libertad y solo el voto de los ciudadanos podía decidir el futuro.
      Borramos de nuestra memoria a los soldados de la guerra de Malvinas, intentando a veces mezclarlos dentro de la época negra de la dictadura, mientras proclamamos “luchadores” a terroristas asesinos, dándoles puestos de responsabilidad dentro de nuestras instituciones democráticas. Ya me perdonareis, pero hace falta ser un gran “hijo de puta”, para semejante afrenta. Claro que mi empatía hacia los verdaderos soldados de nuestra libertad no tiene ningún valor, ya que yo forme parte junto a todos ellos. Lo que sí puedo decir es que en esa época conocí gente maravillosa, con unos corazones enormes, dispuestos a darlo todo por los demás. Y me enseñaron, con sus áctos, a amar este país como jamás pensé que llegaría a querer.

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